Tribuna: Diabetes mellitus: pasado, presente y futuro
DIVULGANDO EN SALUD
El pasado 14 de noviembre, el CiMUS de la USC organizó una mesa de debate coincidiendo con la conmemoración del Día Mundial de la Diabetes. En ella participaron especialistas de este Centro Singular y del IDIS para poner en común los principales desafíos y avances en el manejo de esta enfermedad. Los investigadores Carlos Diéguez, Iria Gómez-Touriño, Miguel Ángel Martínez-Olmos, Ricardo Villa-Bellosta y Rubén Nogueiras fueron los encargados de abordar la estrecha relación de la diabetes con la obesidad, las enfermedades cardiovasculares, la inmunología, la endocrinología y la nutrición. Atendiendo a lo en ella expuesto, el moderador de la misma, Ricardo Villa-Bellosta recoge en esta tribuna una reflexión sobre el pasado, presente y futuro de esta enfermedad.
Pasado
Probablemente la diabetes sea una de las enfermedades documentadas más antiguas de la humanidad. El primer registro de esta enigmática y poco comprendida enfermedad data del año 1500 a.C. cuando el Papiro Ebers del Egipto Antiguo la describió como una condición caracterizada por “una gran eliminación de orina”. No fue hasta el siglo II d.C. cuando el griego Areteo de Capadocia introdujo la palabra “diabetes" para definir esta condición donde los líquidos parecían "pasar directamente a través del cuerpo" debido a la orina constante. La palabra "diabetes" tiene raíces en el griego antiguo, específicamente en el término "diabaínein", que significa "atravesar" o "pasar a través".
Muchos siglos después, en el siglo XVII, se añadió la palabra "mellitus", del latín "de miel", cuando los médicos descubrieron que la orina de algunos pacientes tenía un sabor dulce (sí, solían probarla como parte del diagnóstico). Este dulzor se debía a la presencia de glucosa en la orina, un síntoma característico de la enfermedad.
Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando se comenzó a entender mejor qué causaba la diabetes. Los científicos identificaron que la enfermedad estaba relacionada con el páncreas, un órgano clave en la producción de una sustancia necesaria para regular los niveles de azúcar en la sangre.
Sin embargo, el gran avance llegó en el siglo XX, cuando se descubrió la insulina. En 1921, los científicos canadienses Frederick Banting y Charles Best, junto con el fisiólogo John Macleod y el bioquímico James Collip, lograron aislar la insulina, una hormona producida por el páncreas. Este descubrimiento revolucionó el tratamiento de la diabetes. Antes de este avance, la diabetes arrastrada desde la antigüedad era prácticamente una sentencia de muerte, y los pacientes a menudo fallecían poco después del diagnóstico.
Sin embargo, muchos pacientes no respondían al tratamiento con insulina. Fue entonces cuando Sir Harold Percival Himsworth publicó un estudio en 1936 donde diferenciaba entre diabetes “insulinodependientes” (lo que hoy conocemos como diabetes tipo 1) y diabetes “no insulinodependientes” (actualmente, diabetes tipo 2). Pero hubo que esperar a la década de los 1950 para que Rosalyn Yalow y Solomon Berson desarrollaran el radioinmunoensayo, una técnica bioquímica revolucionaria que permitió medir con precisión los niveles de insulina en pacientes diabéticos; confirmando así las observaciones de Himsworth.
Presente
Desde la revolución industrial, y con ello, la producción industrial de alimentos, el porcentaje de personas que desarrollan diabetes está incrementando de forma alarmante. En este caso el desarrollo de la enfermedad crónica conocida como diabetes mellitus tipo 2 se origina y caracteriza por la resistencia a la insulina, una condición en la que las células del cuerpo no responden de manera eficiente a la insulina, la hormona encargada de regular los niveles de glucosa en la sangre. Esta resistencia puede llevar a niveles elevados de glucosa (hiperglucemia) y, con el tiempo, a complicaciones graves si no se maneja adecuadamente. Esta forma de diabetes en la antigüedad era muy rara y se asociaba con la nobleza y personas mayores. Sin embargo, desde que el azúcar dejo de ser un lujo a ser una necesidad, la diabetes tipo II representa el 90-95% de los 800 millones de pacientes con diabetes de la actualidad. La obesidad, especialmente la acumulación de grasa visceral aumenta la resistencia a la insulina, y constituye el principal factor de riesgo, junto a los factores genéticos. Por lo tanto, y analizando los estudios científicos, una dieta equilibrada baja en azucares simples y grasas saturadas junto al ejercicio regular como caminar, nadar o entrenamientos de fuerza, pueden mejorar la sensibilidad a la insulina.
Actualmente el desarrollo de aparatos de monitoreo continuo de los niveles de azúcar en sangre junto a las bombas de insulina constituye una alternativa que mejora la calidad de vida de los pacientes con diabetes tipo I. Y se espera que esto mejore con el desarrollo de la inteligencia artificial, la cual deberá estar bien programada y controlada por la inteligencia humana. Por el contrario, para los pacientes con diabetes tipo II la solución es más compleja y necesita abordajes terapéuticos más sofisticados. ¿Cómo bajar los niveles de azúcar de aquellos cuya insulina ya no tiene efecto como hormona? Si bien hay aproximaciones terapéuticas que mejoran la calidad de vida de estos pacientes, como es el caso de la metformina o el surgimiento de los agonistas de GLP-1, su tratamiento sigue siendo un reto.
Futuro
Es muy probable que en los próximos 50 años la humanidad siga conviviendo con la diabetes. Sin embargo, es más probable aún que la investigación biomédica consiga mejorar la calidad de vida en pacientes con ambos tipos de diabetes. El reto a medio-largo plazo para la diabetes tipo I consiste en mejorar las terapias celulares e inmunológicas que permitan recuperar y proteger las células beta del páncreas que son las responsables de la producción de insulina; consiguiendo así una cura. Por el contrario, el reto en los pacientes tipo II no solo se centra en encontrar nuevos mecanismos moleculares que permitan el desarrollo de nuevos tratamientos que reduzcan los niveles de azúcar en sangre y la obesidad. También es importante insistir en mejorar los estilos de vida saludables como método fundamental de prevención, haciendo honor así a la mítica frase de Hipócrates de “es mejor prevenir que curar”.